domingo, 16 de marzo de 2014

II.- Pretexto: del Tao o del Viejo Sendero Por Alberto Espinosa

II.- Pretexto: del Tao o del Viejo Sendero 
Por Alberto Espinosa

“La verdad es el fondo
del tiempo sin historia.”
Octavio Paz
I
   Hay una espléndida impresión a color de un grabado al aguafuerte   (Impulsos y Arcanos Serie A) Oscar Mendoza toma como modelo el paisaje regional a la hora del atardecer donde destacan las huellas del camino –siendo un pretexto ideal para reflexionar sobre el Tao.
   La luz del sol pareciera impregnar la tierra y esparcirse como el grano y tostando la arena o las espigas cuando el sol mismo ha emprendido ya su viaje melancólico y el celaje se viste con el manto de las sombras nocturnas. Paisaje en cierto modo vangoghiano  que en el mero registro de las partículas sensibles va conformando una especie de segundo plano, dando cuenta así también en su composición de lo que late más allá de las apariencias. Desarrollo que empieza como una meditación abstraccionista, pero que inmediatamente revela, por medio de una temperada armonización de las cromatizaciones, la alquimia de la luz, logrando con ello la viva germinación de sus semillas.  
   El astro dominante reverbera sobre la tierra siguiendo la senda repetida, mientras allá a lo lejos el espejo de la luna como un centavo diminuto de blanca plata espera su llegada. La noche mientras tanto deja asomar un rostro burlón en el que hay algo de simiesco y de labios sellados –semejando a uno de los Veladores en su arrogante sonrisa socarrona declarara que si Dios hizo el Cielo y la Luz, el Príncipe de las Tinieblas tocó crear las Tinieblas y el Abismo, jactándose de que la Oscuridad existió antes de la Creación, no como mera ausencia de luz sino como una entidad real.
  Es pues la tierra todavía iluminada que entra en la en oscura, creando por el contraste de las fuerzas enfrentadas una serie de reverberaciones y sugerencias a la mirada del espectador. Así, bajo la solfa de un estilo que podría llamarse minimalista, despojado de todo lo excesivo en su frugalidad y purismo de trazo decidido, en el artista durangueño pareciera haber un tono sonriente de profunda humildad, como quien danza ante la evidencia de algo sagrado, como quien celebra ante un altar el choque ardiente del día con la noche. La calidad de la expresión, la calidad formal o terminal de la obra se relaciona así dialécticamente con la calidad de la relación de vida establecida por el artista al iniciar la obra como un doble juego polar, en el que se da un profundo realismo entendido como una relación de intimidad con la vida.
   Relación de humildad, incluso de autosacrificio, que brinda una especie de gracia que permite al grabador reconocerse en todo y reconciliarse plenamente con la vida. También volver a las raíces de lo humano y del ser donde la autenticidad de la persona coincide puntualmente con la trasparencia del arte –porque la verdadera obra de arte, al igual que la persona, tiene el poder de la mirada real, que a la vez que nos despetrifica nos obliga a convertirnos a nuestra vez en vida.
   Es la verdad del arte, que nos invita a recorrer el camino, a caminar en la vida para naturalizarse hombre y hacer de esta tierra una patria transparente. El arte, en efecto, es el proceso de naturalización del hombre, de hacerse hombre natural mediante el combate interno con elementos hostiles. Porque la humanidad no es algo que se tenga como una posesión, sino un lugar al que se entra por medio de un proceso de autoeducación, el cual implica despertar a una memoria donde reina la vida del espíritu. Mundo que en parte se descubre y que en parte se inventa construyendo así el recinto de la intimidad y dando espacio imaginario al desarrollo de una condición: la condición humana –la cual tiene como tarea negativa de desenajenarnos de las apariencias del mundo y de la escoria sensible de uno mismo.
   Movimiento en el que hay también que recuperar la casa invisible, restaurar la casa interna, restableciendo las relaciones de intimidad con la vida. Condición a su vez de este mundo una patria –y que es transparente porque no oculta la tierra. Establecimiento, pues, por medio del arte de la condición humana, que es lo que le permite a la obra artística iluminarnos, ser un órgano, un pulmón de la luz.   
   La obra de arte se presenta así, no como un metalenguaje que requiere de un código para su desciframiento, sino como un prelenguaje, un protlenguaje, que aparece como un polo del sentido, que es casi un sinsentido porque no es transparente, como no es transparente una evidencia que nos desarma o una fuente de luz -lo que es transparente en cambio es lo que ese lenguaje traspasa y el lugar que él habita. Arte, pues, que es el modo de aceptar vivir abiertamente y decidirse a aceptar la vida con alegría. Porque la obra de arte es también la revelación radical de la persona.
II
   El hombre, ser expuesto a los elementos y que nace en medio de las fuerzas de la Naturaleza, nace simultáneamente por la acción fecunda de Eros en la Humanidad, en la cultura humana –siempre bajo la forma de una lengua, de un legado y de una historia.  Mundo de valores, mundo simbólico y espiritual que rodea al hombre por todas partes y al que pertenece, y de donde es realmente, que se despliega como una casa habitable, como un espacio que ha existido antes y sobrevivirá al individuo particular: como una memoria. Porque la humanidad no es una propiedad, sino una tarea que empuja al hombre a descubrir y a la vez a construir una interioridad, un recinto para que habite su espíritu  y se comunique con el espíritu de la raza, de la lengua o de la especie -y esto no de una vez por todas sino en un esfuerzo sostenido en todo momento y cada instante de su vida.
   El hombre, en efecto, va recorriendo y haciéndose familiar de ese mundo humano paralelamente al encuentro y construcción de su intimidad.  Pero ambos mundos pueden perderse, pueden dejar de existir en algún momento de su travesía, de su camino de encuentro y edificación. La pérdida parcial de ese doble mundo conjugado, sus choques desarmónicos o hirsutos desequilibrios, sus valles de penuria o su temblor anémico, nos instan así a la búsqueda del espíritu, lanzándonos a la aventura de su recuperación en las alas del recuerdo o del pensamiento, de la imagen o de la poesía, donde es más claro el horizonte final de esa añorada patria perdida. Su primer nombre genérico, nadie lo ignora,  se llama “arte”, porque tal es el nombre humano de nuestra tierra natal, que ha existido siempre aunque hayas nacido lejos de ella.
   Es por ello que el artista es por antonomasia el extranjero, del viajero que desde su puesto de vigía explora los territorios visibles que despuntan en el horizonte, buscando insaciable entre cavernas y montañas las fuentes que indican el centro de la tierra prometida, la tierra firme de la otra orilla. Es así también por definición el “habitante”: el familiar del mundo. El artista, en efecto, poniendo manos a la obra realiza su intimidad al través de un diálogo con el mundo: de una hechura que simultáneamente habla de los orígenes y de lo que pasa, pero que al filtrar, al moler o trillar sus materiales e incorporar el sentido disperso pendiente en el torbellino de lo social, da a la vez constancia también de lo que queda. .
   La búsqueda de la tierra natal hace así del artista no sólo un extranjero, sino también un exiliado; lo hace también un aprendiz de mago que hace, ante los elementos del despojo, de la intemperie y de la orfandad, su casa de nómada en medio del destierro. Que hace, pues, su tierra en el aire, recogiendo los granos de las espigas luminosas, atrapando en el aire sus burbujas de luz, para así preservar la chispa o detener la perla –en cuya pálida pátina queda el reflejo de un rostro olvidado, o el calor de tierra nativa, del fiel paraíso, de la patria perdida.
   La altura de nuestra edad histórica añade a la búsqueda de esa tierra humana un elemento de inestabilidad y de peligro: el del extravío de los puntos cardinales, sólidos y fijos, que serían orientadores y salvadores para el perdido. El buscador de maravillas se encuentra entonces, como en mar abierto,  en la zozobra de la búsqueda, al moverse él mismo sobre de un elemento el mismo fluctuante. Su imagen es igual el de las aguas succionantes del tropel arenisco de resaca que la cuerda de los flujos arrastrados por la lejana catarata. Fuerzas abismales de las aguas que nos mueven a capricho con sus particulares obstáculos y escollos, imponiéndose de tal manera el extremo peligro ante nuestro paso no sólo el de la confusión de los caminos, sino el de su ausencia, el del extravío de las orientaciones mismas –antes dadas tradicionalmente por el legado del saber y la cultura.
   La búsqueda de ese solar nativo equivale así a una peregrinación –que sólo puede hacerse por fuera si simultáneamente corresponde a un peregrinaje interior. Porque la búsqueda exterior es también la de un centro interior más estable y esencial donde la persona pueda concentrarse para luego expandirse
   La verdadera tarea del artista en su camino es tomar la vía que conduce al centro, encontrando por ello el valor absoluto del alma como libre y autónoma al estar en concordancia con el libere mandato del espíritu. Porque el alma humana tiene por su naturaleza propia la capacidad de reconocer la verdad, que está en el hombre mismo formando el mismo centro de su ser y en relación con el espíritu. El alma como entidad ontológica (no como realidad psicomental) tiene así que ser reconocida por la vía de la libertad -camino que lleva al centro del propio ser.
   Por lo contrario, ignorar el propio centro, no reconocer la propia alma por una especie de absurda amnesia en la que las distracciones del mundo y el falso arte colaboran activamente, constituye el peor desastre de la humanidad al alejar sin remedio de la condición humana misma.
   Es por ello que tenemos que salvarnos de lo profano, del devenir y de la historia, que equivalen a no-ser, y entrar a una zona sagrada, que es siempre un templo, un centro el mundo, para entrar en contacto con el ser. La obra gráfica más reciente del maestro durangueño ha incursionado así en el descubrimiento y mostración estética de ese principio ontológico que precede al hombre y lo trasciende. Para ello ha incursionado en una actitud cuyos resultados estéticos dan cuenta de la exploración de la búsqueda más prístina del centro de la persona (metafísica), dejándose imantar también por lo sagrado que está fuera del hombre (religión).
III
   Todo arte verdadero aspira al realismo profundo, que es el rendirse ante la realidad para cumplirla. El arte rompe el sagrado silencio de la realidad al expresarla, pero sólo la expresa o la dice si ante la virginidad que se ofrece logra tocarla y romperla traduciendo su abrupta mostración al ser fiel a su evidencia. Entonces lo que el arte dice de la vida lo traduce, diciendo así fielmente lo que también dice la vida.  A diferencia del arte falso, irreal, palabrero o tecnicista, que sólo rompe el silencio de la realidad para sacar provecho de esa violación, que codicia la virginidad sólo para al romperla manchar su dignidad o que copia la realidad para dejarla intacta –por ejemplo, cuando el arte sólo mira los resortes y mecanismos de la imagen, dando por resultado algo menor a la realidad o con que exhalarse de ella.  Sólo el arte real toma la virginidad de la realidad que se le ofrece rompiendo su silencio sagrado justamente para devolverle su dignidad sin mancha. Es el arte entonces acto: evidencia donde se confunde lo que el arte dice de la vida con lo que la vida misma es –enredando entonces el sentido del arte con el sentido de la vida. Es entonces cuando el arte es un lenguaje vivo y germinal, que es original por ser originario y fundamental por ser fundador, llegando a ser una tierra fértil y firme como el suelo.
   La realidad es apreciada por el arte entonces como una virginidad, porque tiene que romperse el silencio sagrado de la realidad, pero sólo es arte real, a diferencia del arte falso, palabrero o colorista, cuando toma la virginidad de la realidad que se le ofrece justamente para devolverle su dignidad sin mancha. Es el arte entonces acto, evidencia, donde se confunde lo que el arte dice de la vida con lo que la vida misma es.

pezneo@hotmail.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario