jueves, 29 de agosto de 2013

La Ideología Rebelde del Cientificismo Por Alberto Espinosa


La moral cientificista se ha constituido como una poderosa ideología posmoderna que fundada en una cuestionable doctrina de las pulsiones del inconsciente promueve la falsificación de la seducción, el reduccionismo sexualista, la idea del innatismo de la agresividad humana y de la predación competitiva –consagrando así en el marco de la educación, bajo el aspecto pseudoteórico y pseudocientífico, lo que es más bien una especie de neurósis social e históricamente condicionada de profunda enajenación social. Su producto más notable es una razón agresiva y dominadora producto a su vez de una civilización existencial y en el fondo pagana, cuyo pensamiento único resulta en modo alguno ajeno tanto al publicismo y a la tecnocracia contemporánea como a esa confusa religión laica de la trivialización de las relaciones sexuales –dando cuenta de una alteración radical del hombre moderno, en ración directa del creciente inmanentismo del mundo contemporáneo.
16.3.- El doctor Mario Bunge ha hecho ver con claridad meridiana los equívocos pseudocientíficos de tales posturas, las que han encontrado en la “psicología evolutiva” a su más eficaz estandarte. Su mitología, muy popular hoy en día, cuenta que la mente humana dejó de evolucionar hace 50 mil años. El hombre así, vendría así algo así como un fósil andante, con una mente forjada en la lucha contra los elementos, en la lucha contra los leopardos en las sabanas de áfrica oriental, cuna del género humano. Intento de explicación del hombre por sus tendencias agresivas, primitas, agresivas –fuera de las cuales lo único que importaría al hombre es el sexo, pues lo único que en realidad le importaría es difundir sexualmente sus genes (Death, Pinker, Dokins). Posición primitiva ella misma, que ignora la revolución espiritual de las primeras 7 u 8 civilizaciones del mundo, hace 7 o 5 mil años, resumiéndose tal idea de la lucha por la vida en una especie de pansexualismo. Así terminan por concluir que el fenómeno de la dominación nada tiene que ver con lo político, sino que se deriva de razones puramente biológicas y de motivaciones puramente sexuales: robarle sus mujeres a otros. Así, también afirman que todas las actividades culturales del hombre no son en realidad sino estrategias de acoplamiento (Buss). Por otra parte la psicología evolutiva sostiene que la mente está compuesta por módulos mentales estancos, independientes entre sí (Foder) –cosa del todo falsa, pues es sabido que si se aprende la habilidad intelectual ayuda y mejora el trabajo manual y viceversa, y que ésta a su vez facilita el trabajo de otras manualidades;, pues aunque es verdad que hay distintas relaciones en el cerebro esas distintas relaciones están íntimamente conectadas las unas con las otras, habiendo una por tanto íntima relación entre lo racional y lo emotivo o afectivo.
Psicología primitiva, pues se trata de todo un caudal de hipótesis tan incomprobables como implausibles, por tanto no científicas. Puede añadirse también que se fundan en una falsa generalización, que tomando un carácter de la edad contemporánea, la regresión del hombre hacia el egoísmo y la animalidad, la caída en la participación de formas que los solidarizan con los niveles más bajos de la creación (místicas inferiores), pasa de manera no científica a construir poderosas ideologías de dominación.
Por otra parte la filosofía del egoísmo racional neoclásica, empíricamente falsa, postula, enteramente a-priori, que el sujeto económico actúa maximizando las utilidades, siendo tal el comportamiento económico racional –independientemente de los intereses de los demás, es decir, de manera que hay una especie de vacío social que les permite hacer lo que se les da la gana, sin consecuencia de sus actos. La fórmula reaccionaria de la utilidad, diseñada por Antonio Caso, sería entonces el máximo de provecho por el mínimo de esfuerzo, -contrapuesta a la ley de la caridad, que postula un máximo de esfuerzo por un mínimo de provecho. Doctrina acorde con la maximización de los genes, tanto como con la idea de la insignificancia evolutiva de las revoluciones sociales para el avance de la justicias o equidad social, reivindicando así para esas nuevas ciencias de la naturaleza humana (que van de la psicología evolutiva a la economía clásica de los emprendedores que maximizan a toda costa su margen de utilidades, pasando por la teoría genética y el innatismo) la visión trágica y pesimista del individualismo y el pesimismo de los filósofos y de políticos conservadores. En realidad los teóricos de la economía racional se equivocan groseramente, pues mediante pruebas experimentales se ha comprobado que solo un tercio de los hombres tiende a comportarse de forma egoísta, mientras que dos tercios de la población es gente más bien decente, no participando de los sistemas injustos del egoísta o del avaro, prefiriendo el comportamientos de la equidad.
Así, lo que ha detrás de las psudociencias como la psicología evolucionista genética es el fabuloso intento de reducir lo social a lo biológico o a lo genético (a su vez intervenidos tecnológicamente mediante los procedimientos del control social) –ignorando con ello la historia y el proceso natural, esencial, de la función social, que nos forma, es cierto, pero que a la vez vamos el hombre formando con su esfuerzo y el logro de las reivindicaciones básicas, fundamentales, de la justicia o la lucha por la libertad.
En el fondo se trata de una serie de mitos que quisieran explicarlo todo por la genética o por nuestros genes –así, los hechos históricos tendrían, en última instancia, cusas biológicas, desde el gusto hasta la revolución francesa y el capitalismo salvaje de la predación competitiva, todo lo cual estaría determinado por nuestros genes. Olvido e ignorancia de la historia, en un determinismo cuyo fin en hacer creer que el orden social no es de otra clase que el orden natural (de lo contrario ya habría cambiado por razón de la evolución natural genética). Postura evidentemente reaccionaria que consagra el stau quo que postula la parálisis social por mor del equilibrio de la oferta y la demanda –es decir, que postula la ineluctabilidad de lo que ha llegado a ser y la ontificación (cosificación) del hombre. Posturas no muy diferentes a las del hegelianismo o a las de materialismo, que intentan ya explicar la totalidad por el devenir del concepto, que es Dios (idealismo trascendental absoluto) o por la materia, ya sea esta entendida como ingredientes físicos o económicos (las condiciones materiales de la existencia). Determinismos y reduccionismos que inconfesadamente apelan a la circularidad del sentido –a ese punto de inflexión irrebasable donde el sistema empieza a girar sobre si mismo y a partir e las cuales hacen su agosto las certidumbres dogmáticas.




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