martes, 23 de abril de 2013

Curso de Antropología Filosófica Preámbulo Por Alberto Espinosa


Curso de Antropología Filosófica

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Preámbulo
Es tradición presentar un curso antes de iniciarlo propiamente hablando –tradición obligada, pues los asistentes, en este caso los lectores, pueden darse una idea del contenido del mismo y de sus métodos de trabajo, ya sea para seguirlo con  algún grado de interés, ya sea para abandonarlo de entrada.
Este va a ser, pues, un curso de Antropología Filosófica. El estudio de la antropología filosófica fue, hace algunas décadas, la ruta a seguir en los países hispanoamericanos. Se puede decir que los máximos representantes de la disciplina en los respectivos países se ocuparon seriamente en ella: José Gaos en México, muy notablemente, Juan David García Bacca en Venezuela, Risieri Frondizi en la Argentina. En México destaca la figura de Samuel Ramos quien, previamente al auge de la antropología filosófica como disciplina constituida, escribió su “Hacia un Nuevo Humanismo”. Posteriormente en México los más grandes intelectuales se siguieron moviendo dentro de los parámetros trazados por la antropología filosófica contemporánea: de Octavio Paz a Tomás Segovia, que son también poetas, porque… porque los discípulos de José Gaos, luego de tocar dianas con esa antropología situacional de la Filosofía de lo Mexicano pues… pues la verdad es que se dejaron seducir por el canto de las sirenas de las filosofías analíticas (positivismo lógico, neopositivismo,  filosofía conceptual… bueno… hasta por el arte conceptual y los performances contemporáneos), impotentes también es justo señalarlo, de parar esa marea filosófica que inundo el orbe entro, ante el vacio abierto por las filosofías irracionalistas y e la existencia.
   Sin embargo, justo es señalar que los antecedentes de la antropología filosófica contemporánea hay que buscarlos en un existencialista, en el creador incuso del existencialismo, pero de un existencialismo fervientemente cristiano: Sören Kierkegaard, acaso la mente más lúcida de todo el siglo XIX a decir de L. Wittgenstein, quien dejó sentir todo el potencial que hay en el examen de la existencia en sus libros “El Concepto de la Angustia”, firmado por Virgiluos Hafnuensi, y en “La desesperación: la enfermedad mortal”, firmado por Anti-Climacus.
   El examen de la existencia continuó, exacerbado, historizado incluso, en el siglo XX; en España por un Manuel de Unamuno con “El Sentimiento Trágico de la Vida”, y sobre todo con José Ortega y Gasset, el maestro más influyente en el pensamiento de José Gaos. En Alemania surgió una portentosa figura, apretada, casi ininteligible, que entronizó por algún tiempo el análisis riguroso de la existencia: Martín Heidegger, con su “El Ser y el Tiempo”, del cual solo entregó la primera mitad.  Con Heidegger, decía Ortega, la filosofía visita a domicilio –aunque luego se vio lo que esos visitantes teutónicos guardaban debajo del sobaco como sorpresa de tan radical filosofía de la existencia. El postulado fundamental del existencialismo ateo, en el que muchos han visto una forma disminuida del nhilismo, es: el hombre no tiene naturaleza, esencia, sino que su esencia, hasta donde se puede habla de esencia, es su historia. No es de extrañar que Jean Paul Sartre haya no sólo plagiado el texto de Heidegger componiendo apenas su título al de “El Ser y la Nada”, sino que pronto haya corrido a refugiarse en brazos de la razón histórica, para aquel entonces detentada por los marxistas, en una peculiar vuelta a Hegel, el mas esencialista y menos existencial de todos los filósofos modernos.
   Como quiera que sea, la filosofía siempre había sido esencialista, relegado a los existentes, a los individuos, a un segundo plano de menor o nula importancia, pero recayendo por lo mismo en un abstraccionismo que alejaba de la vida, el cual y a saltos fue tomando la forma de la tecnificación más descarnada, llegando a parecer en sus ápices empresas de enajenación mental –como sucedió con el ultimo gran analítico esencialista de la filosofía, el filósofo Edmund Husserl, creador del método fenomenológico, que no es en realidad sino una reivindicación de las esencias platónicas, de las ideas (con las cuales tumbó, si no noqueó definitivamente, al menos por unos momentos, al engreído positivismo decimonónico, en su crítica devastadora al psicologismo), quien, decía, se perdió en el abstracto laberinto impalpable de la conciencia, con sus cogitos y cogitaciones, con sus noesis y noemas, con todo y sus reducciones trascendentales y eidéticas.  
   Pero llegó el hombre al final del trayecto de la historia entera de la filosofía al existencialismo, a ser el hombre del existencialismo,  el cual achacaba al filosofía esencial, esencialista, idealista, extendida por  milenios, poder pensar pero sin poder vivir… cosa en cierto modo verdadera, por extraviado de la realidad el hombre de las abstracciones, de las generalizaciones, de los universales, de los conceptos… y cuyo único y último horizonte lo constituyen las citas, las arduas reflexiones: los libros. Hasta llegar, pues, el hombre que pone en el centro de todo, de si mismo, a la existencia… es decir, su peculiar subjetividad, su profunda, insalvable, incomprensible irracionalidad…. quien puede vivir, que duda cabe, pero que en cambio lo que ya no puede es… es filosofar.
   Volviendo a México, José Gaos se dedicó, sobre todo en los últimos años de su fecundísima existencia, a constituir el marco referencial de todo un sistema de antropología filosófica, enraizándolo sobre todo en dos libros: “De la Filosofía” y “Del Hombre”.  Estas dos obras, que pueden verse como una sola unidad, constituyen una explicación del hombre por la filosofía (“De la Filosofía”) y una explicación de la filosofía por el hombre (“Del Hombre”), en una estructura del dar razón del hombre y de la totalidad de la historia de la filosofía, en una estructura filosófica pues, de carácter circular.
   Un par de rasgos fundamentales aportó José Gaos  al estudio de la antropología filosófica contemporánea: el empleo y adaptación del método fenomenológico para el estudio del hombre y, a través de él, de la filosofía  misma, y; la idea de montar todo el sistema de la antropología filosófica sombre una rica filosofía del lenguaje, tanto verbal como de la expresión mímica, a partir de las cuales y por si mismas se va estructurando la totalidad del edificio filosófico que, a su vez., espejea la fábrica del mundo.
   Punto fundamental a reconstruir durante el lapso de tiempo que dure el presente curso será tanto la exposición de una teoría de la expresión cuyo rasgo sobresaliente es el de la situacionalidad existencial, dentro de una estructura esencial, como el reacomodo sistemático de las exclusivas del hombre, que no son sino los propios o propiedades del hombre derivables de su esencia, que se postula como la racionalidad, las cuales van de la caricia, la más inmediata de todas, al animal político (zoon politikón), las más compleja de todas ellas, pasando por el homo faber, el hombre del arte o de la técnica, el homo viator, el homo risor, el homo ludens, el homo estéticus a … el filósofo, a el hombre como el animal filósofo… y yendo incluso más allá de él, al hombre negador ya no digamos de las ideales esencias, sino de todo lo existente, de si mismo incluso y de todo lo demás… en cuyo todo entra eminente, superlativamente… entra… entra  … Dios…, y quien es tan injusta como propiamente sólo el demonio, el negador hiperbólico.




Entrega I .- Primeras Definiciones
1.1.- Filosofía es: teoría. Teoría es: el desarrollo de una definición. 
1.2.- Filosofía del hombre es: el desarrollo de la definición de filosofía y el desarrollo de la definición de hombre. 
1.3.- Definición: toda definición en forma se hace por el género próximo y por la diferencia específica, siendo lo deslindante o propiamente definiente, la diferencia específica. 
1.4.- Filosofía es: la sistematisación completa de la experiencia del mundo para una cultura (por ejemplo la hispanoamericana), en un tiempo determinado (por caso en el siglo XX) y en vida de su autor. O simplemente teoría sistemática del mundo pergeñada por su autor. Puede haber teorías del mundo hechas en colaboración, poco a poco y entre muchas partes o investigaciones particulares, que colaboran a la constitución de un todo -tales partes pueden ser teoría, incluso teoría plenamente científica, pero no serán filosofía, pues las filosofías, además de su carácter cuasi-nacional, tienen un carácter estricta, eminente, esencialmente personal (piénsese si no en el cartesianismo, el kantismo, el hegelianismo y hasta en el marxismo, que se les conoce precisamente por estar orientadas y ordenadas por la personalidad y genio de su autor). La personalidad del sujeto es lo propiamente definiente de las filosofías, que son en el fondo no otra cosa que metafísicas personales. Todo lo cual implica y por tanto exige una reflexión sombre la filosofía de la filosofía. 
1.5.- Hombre es: el animal racional.

Objeciones y Repuestas

Alberto Ramacciotti Puedo estar acertado al decir que la filosofía de la posguerra nada tiene que ver con la filosofía actual?
Alberto Espinosa Orozco el tiempo de edificación de cada filosofía, estimado Rama, es lento (como el de la edificación de las catedrales, hechas para fundar y para fundar definitivamente), sus materiales pueden sacarse de la historia entera de la filosofía, pero sus líneas generales pertenecen en definitiva a su sigo, incluso, como en n nuestro caso que iniciamos un siglo, al mundo inmediato anterior pasado... como puedes ver por mis definiciones la filosofía que voy a sustentar es a medias esencialista (incluso reciamente fenomenológica) y claramente existencialista -si no hay esencias no hay filosofía, si todas sus puras existencias todo irracional; si sólo hay esencias, puras abstracciones que alejan de la circunstancia y del sujeto filosofante, que es lo mismo que si no hay existencias, existentes... Pretendo una filosofía de la persona, pues, a medias esencialista, a medias existencialista... !!!












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