jueves, 21 de febrero de 2013

El Pensamiento Aguado Por Alberto Espinosa






Hay filosofías de la vida purificadas por el fuego, alimentadas por una secreta braza combustible, polémicas por quemar a quien las toca, distinguidas no tanto por su temperatura como por la llama triple en la que consumen sus días. Otras, en cambio, resultan filosofías masivas en su superficie y en su fondo vulgares, indiferenciadas, por perderse en la infinitud de lo posible, al disolverse totalmente en la multiplicidad amorfa de sus promesas de desarrollo, como la lluvia pertinaz que sólo deja una atmósfera cubierta de grisura. Filosofías sin cumbres y sin relieves, pues, y sin matices, que se extienden cacofónicamente sobre un horizonte esquivo, siempre huidizo; que cuando quieren volver a los orígenes rompiendo las fronteras de las eras, sin detenerse, sordas, sólo alcanzan la indistinción primitiva del caos –revelando, sin embargo, su poder primigenio: el monótono chipi-chipi informal de las aguas superiores que apenas conocen la verticalidad en su caída, alcanzando a dar forma solo cuando, aliándose con el agua o confundidas, rugen airadas, impotentes de ir más allá de las orillas, como ruge en las costas el mar cuando se encrespa.

2.2.2013





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