domingo, 6 de octubre de 2013

Sobre la Libertad Irresponsable Por Alberto Espinosa



   El oximoron de la libertad irresponsable sólo puede salvarse si se habla de  la oscura claridad, de la luz negra, producida por una libertad entendida en términos de los máximos derechos conquistados (de pensamiento, de los instintos individuales), es decir de la libertad contractual, de esa especie de derecho de paso que en nada compromete, que en nada responsabiliza, teniendo por tanto muy poco que ver con el problema de la libertad en sí -que es básicamente el ser responsable para con uno mimo. El derecho a la libertad, conquistado por la Revolución Francesa, no es sino aquella libertad exterior, automática, que funciona como un mero permiso de circulación, como algo otorgado por otro, que por tanto no compromete a la persona; mientras que la verdadera libertad significa poder responder a cada acto que uno realiza en la vida, en el sentido positivo de volverla fértil, creativa. En cambio una libertad descendente, fracasada, es la de la vida que al no aceptar cambio alguno, ni diálogo, ni verdadera pluralidad, mutila, moviéndose por exclusiones viscerales, o por inapelables automatismos, lo que viene más bien a ser la definición misma de la esclavitud. precisamente por ignorar el sentido propio de la libertad responsable, ascendente. Ignorancia que es el fondo que se intenta justificar cuando los demagogos, cuando los ideólogos, hablan de libertad: es decir, de renunciar a la libertad en beneficio de los derechos; pero del derecho de ser libre no puede sacarse provecho alguno si por ello se entiende cumplir con actos que no pueden ser sancionados -lo que se parece más al derecho a actuar impunemente, lo cual evidentemente no puede significar ser libre.






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